Todo comenzó
una mágica noche de Jueves de Feria cuando en el minuto cien de un agónico y
reñido partido contra el Schalke 04, Jesús Navas mandó un balón hacia su
amigo Antonio Puerta, quién, con un elegante disparo, cambió la historia de un equipo que caminaba sin rumbo fijo para guiarlo hacia la gloria logrando el tan ansiado gol, ese que derramó miles de lágrimas de los sevillistas que verían a su equipo del alma en una final europea por primera vez en la historia.
amigo Antonio Puerta, quién, con un elegante disparo, cambió la historia de un equipo que caminaba sin rumbo fijo para guiarlo hacia la gloria logrando el tan ansiado gol, ese que derramó miles de lágrimas de los sevillistas que verían a su equipo del alma en una final europea por primera vez en la historia.
Ese gol nos
guio hacia la gloria, nos abrió las puertas del éxito y, siete títulos después,
de los cuales tres son de esta bendita competición, estamos a noventa minutos
de levantarla de nuevo.
Recordad ese partidazo contra el Borussia Monchengladbach en
Alemania que nos dio acceso a los octavos, esa eliminatoria ante el Zenit en
octavos en la que Gameiro consiguió callar a todos los rusos con su gol en los
instantes finales, ese recital de fútbol a la Fiorentina tanto en Nervión como
en Italia.
No podemos perder ahora, hay que ganar, hay que traerse esa
copa a la capital de Andalucía, hay que brindársela a la afición, la que
siempre está ahí, la que nunca defrauda, el motor del equipo.
Hay ir a muerte en cada balón dividido, luchar como si no
hubiese un mañana y defender nuestro escudo con casta, coraje, garra, corazón,
con esa pasión que nos caracteriza y nos distingue de los demás, la que marca
la diferencia.
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